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Autor: Editor
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Editorial – Diciembre
Diciembre, un hombre con barba, voz gruesa, risa poderosa y gran barriga, es esperado con impaciencia por toda la población para traer esperanza, regalos y gracia (bendiciones) ¿Es Papá Noel? ¿Es Luiz Inácio? ¿José Mujica? ¿O es Felipe Mongruel?
En toda América Latina, diciembre representa la revisión de las tradiciones navideñas de convivencia y esperanza. Pero, ¿de quién son estas tradiciones? Si esperamos a un anciano blanco, que viene del Polo Norte, para valorar si fuimos “buenos” y merecemos regalos. Comemos alimentos que no son nuestros y queremos un futuro que no es posible para nosotros.
El Jornal América Profunda se propuso revisar estas “verdades tradicionales” y buscar rescatar nuestra ascendencia común, así como nuestras distinciones fundamentales. Ha sido un arduo desarrollo y construcción colectiva. Queda mucho por hacer y por comunicar. Y hoy, lo que nos une es la lucha por la democracia.
Este es el tema de este número de diciembre, ¡Democracia, sustantivo femenino! ¡El futuro no se forjará en la tradición de los líderes carismáticos que tenemos! ¡Necesitamos las noticias de la realidad!
No es razonable negar que esta transición lleva tiempo, es necesario construir nuevos liderazgos. Hasta entonces, debido a la gran degradación social, ambiental, económica y cultural que vive América Latina, algunos de estos líderes tradicionales seguirán siendo necesarios. Y por su capacidad para afrontar el escenario actual, son deseables, pero no son liderazgo suficientes.
No son suficientes porque ya no son representativos. ¡Ya no deberían ser protagonistas en un continente esencialmente mestizo! En el que las mayorías, como los negros, o las minorías, como las naciones y los pueblos originarios, ya no pueden simplemente ser “escuchadas” por los líderes blancos que les darán o no la salvación (o los regalos de Navidad). Necesitan ser los protagonistas en los puestos de liderazgo.
Según una encuesta publicada recientemente por el Centro de Investigación en Macroeconomía de las Desigualdades (Made), América Latina sigue experimentando una desigualdad profunda y estructural al considerar las determinaciones de raza y género para estudiar la asimetría de ingresos. Según una investigación realizada por la CEPAL en 2020, con base en datos recolectados entre 2017 y 2018, en general, en América Latina tanto la pobreza como la pobreza extrema tienen una mayor incidencia entre las personas negras en comparación con el resto de la población. Además, en comparación con el resto de América Latina, el escenario brasileño, por ejemplo, aún se destaca por presentar la mayor disparidad en la tasa de pobreza que afecta a las personas negras en comparación con el resto de la población.
En cuanto al género, la tendencia en la región latinoamericana nos permite observar las mayores tasas de feminización de la pobreza entre la población negra en comparación con la población no negra. Según un estudio de la CEPAL (2020), en 2019, por cada 1000 hombres que vivían en hogares pobres, tomando nuevamente a Brasil como ejemplo, había 1126 mujeres viviendo en estas mismas condiciones. ¡O incluso que 705.000 hombres blancos ganan lo mismo que los 32,7 millones de mujeres negras en Brasil!
Ya no tiene sentido que estos mismos hombres blancos representen las voces de estas mujeres en el Estado Democrático. Es necesario abrir espacio para que puedan desempeñar un papel protagonista en la construcción de un futuro menos desigual. La pandemia mostró el resultado comparativo entre los estados gobernados por mujeres y los dirigidos por viejos y blancos “tradicionales”. La diferencia era literalmente una cuestión de vida o muerte.
Finalmente, vivimos un momento de esperanza, ya sea por la reanudación de un camino democrático en Chile, con la victoria de Gabriel Boric en las elecciones nacionales, o por la expectativa de retomar un liderazgo con sensibilidad popular como Lula en Brasil. En este sentido, dos navidades separan estos territorios de un giro hacia la perspectiva social. ¡Menos Minsky y más Mariana Mazucatto! ¡Necesitamos líderes (posibles) que implementen un estado impulsado por una misión! Solo así seremos capaces de compartir verdaderamente el valor y eliminar los males sociales que nos acosan en la posición colonizada. Pero la misión de nuestro Estado latinoamericano no puede venir de afuera, ¡hay que disputarla y construirla internamente! Para eso, existe el Jornal, para crear el debate y el espacio para el Diálogo.
En esta edición, es importante compartir algunos hitos. Uno de ellos es la adopción de licencias abiertas (no comerciales) para el contenido del Jornal. Creemos que es una forma de ampliar el debate y mantener viva la discusión en América Latina y más allá. Otro punto de gran orgullo es obtener nuestro ISSN (Número de serie estándar internacional), por lo que ahora nuestro contenido también cuenta como producción para nuestros autores y colaboradores. ¡Seguimos en la lucha y en la búsqueda de fortalecer nuestra gran nación latinoamericana! ¡Salud y socialismo!
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Editorial – noviembre de 2021
Durante noviembre, mes tanatico por excelencia, encontramos en nuestro continente toda una serie de celebraciones relacionadas con la muerte, siendo el 2 de noviembre “día de los muertos” la fecha más significativa, que se corresponde con la fuerte raíz católica de nuestro territorio en sincretismo con las culturas existentes y preexistente, a la llegada de la cultura europea. En este sentido, podemos pensar estas festividades como eminentemente mestizas.Sin dudas México se caracteriza por esta festividad por sobre los demás países de Latinoamérica, pero tanto en Ecuador, Perú como en Bolivia y Guatemala es una fecha de suma importancia.
Para las culturas Quechuas y Aymaras se conoce esta celebración como Aya Markay Quilla, que en los festejos previos a la invasión europea, era el día donde la comunidad llevaba en andas el esqueleto del Inca. Según la tradición andina, durante los dos primeros días de noviembre, las almas de los difuntos vuelven para abastecerse de lo que preparan los vivos después de un período de restricciones, y en recompensa, ofrecerán sus dones para lograr una abundante cosecha. El sincretismo entre el “Aya Markay Quilla” y el “día de los Muertos” se produce porque cerca de esta fecha, comienza el tiempo denominado como tiempo femenino de jallupacha, o tiempo de las lluvias, las cuales son transportadas por los ajayus (almas) de los muertos. Esta celebración, es un portal que permite el encuentro entre el mundo de los vivos y los muertos, entre el pasado y el presente. Mas allá de las particularidades de cada país, en todas estas celebraciones hay un fuerte componente comunitario, donde los cementerios se transforman en lugares vivos, compartidos, de intercambio.
¿Por qué una editorial del día de los muertos? Porque a los males históricos de nuestro continente se le sumó una pandemia nefasta que desbastó a nuestros pueblos. Si bien esta crisis sanitaria fue global, Latinoamérica siempre carga con una cuota de injusticia y desigualdad estructural donde la muerte se presenta estadística y fácticamente antes de tiempo, como resultado del estado de las cosas o como resultado de las cosas del Estado. Los muertos prematuros se transforman así en muertitos queridos, amados, que esperan cada 2 de noviembre para ir en busca del pan y el abrazo arrebatado.
Como toda festividad innegablemente popular y tan representativa de nuestra cultura mestiza, goza de muy poca popularidad en los medios masivos de comunicación, y en inversa proporción hay un fuerte despliegue mediático de Halloween como estética globalizante que se instala año a año en nuestros países. En este sentido, la definición de quien es el muerto y como nos relacionamos con él, es una definición eminentemente política. A diferencia de la paranoia Hallowidiana (¿hollywoodiana?) que nos presenta a los muertos como seres que atemorizan y nos atacan, con la emblemática imagen del “zombie”, en las celebraciones latinoamericanas el muerto es un ser que sigue siendo amado, y que además nos trae la lluvia, y con ella la continuidad del ciclo de la vida.
El zombie horroroso de Halloween no se parece en nada a nuestros muertos queridos, sin embargo, bien podría funcionar como metáfora de lo que nos sucede estando vivos cuando nos condenan al hambre y la pobreza, cuando perdemos nuestros derechos de ciudadanía buscando comida en un basural, cuando nos prostituyen el cuerpo y el alma, cuando somos transformadxs en el muerto-vivo, en el descarte del capitalismo, cuando sobrevivimos por “la caridad de quien nos detesta”[1].
Desde nuestra concepción radicalmente latinoamericana, dedicamos con profundo amor y respeto esta edición a los muertos por Covid en todo nuestro continente, y en especial a los del pueblo brasilero víctimas no solo de una pandemia sino también de un pandemonio, que condenó a muerte a una gran parte del pueblo brasilero.
Para y por todxs ellxs, nos juntaremos en comunidad, haremos escaleras de pan de niños (Tantawawa) y les ofreceremos nuestras plegarias, cantos, bebidas espirituosas y muchas flores de todos los colores y aromas de nuestro hermoso continente. A cambio, les pedimos que nos traigan lluvias para seguir celebrando el amor, la vida y la lucha.
[1] Arnaldo Brandao/Cazuza “O tempo não para”1988
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Editorial – Novembro de 2021
Durante o mês de novembro, o mês do tanatico por excelência, encontramos no nosso continente toda uma série de celebrações relacionadas com a morte, sendo o dia 02 de novembro “Dia dos Mortos” a data mais significativa, que corresponde às fortes raízes católicas do nosso território em sincretismo com as culturas existentes e pré-existentes, antes da chegada da cultura europeia. Neste sentido, podemos pensar nestas festividades como sendo eminentemente mestiças.O México é sem dúvida caracterizado por esta festa, acima de todos os outros países da América Latina, mas no Equador, Peru, Bolívia e Guatemala, é uma data de grande importância.
Para as culturas Quechua e Aymara, esta celebração é conhecida como Aya Markay Quilla, que nas festividades anteriores à invasão europeia, era o dia em que a comunidade carregava o esqueleto do Inca. De acordo com a tradição andina, durante os dois primeiros dias de novembro, as almas dos falecidos regressam para armazenar o que os vivos preparam após um período de restrições, e em troca, oferecerão os seus presentes para uma colheita abundante.
O sincretismo entre a “Aya Markay Quilla” e o “Dia dos Mortos” é produzido porque perto desta data, começa o chamado tempo feminino de jallupacha, ou tempo das chuvas, que são transportadas pelas ajayus (almas) dos mortos. Esta celebração é um portal que permite o encontro entre o mundo dos vivos e o dos mortos, entre o passado e o presente. Para além das particularidades de cada país, em todas estas celebrações existe uma forte componente comunitária, onde os cemitérios se tornam locais de intercâmbio, de vida comum.
Por que um editorial sobre o Dia dos Mortos? Porque os males históricos do nosso continente foram agravados por uma terrível pandemia que devastou os nossos povos. Embora esta crise de saúde fosse global, a América Latina traz sempre consigo uma quota de injustiça e desigualdade estrutural onde a morte é apresentada estatística e factualmente antes do seu tempo, como resultado do estado das coisas ou como resultado das coisas do Estado. Os mortos prematuros são assim transformados em mortos queridos e amados, que esperam cada 2 de novembro para ir em busca de pão e de um abraço arrancado.
Como todas as festividades que são inegavelmente populares e tão representativas da nossa cultura mestiça, goza de muita pouca popularidade nos meios de comunicação social, e na proporção inversa há um forte hype mediático de Halloween como uma estética globalizante que se instala ano após ano nos nossos países. Neste sentido, a definição de quem são os mortos e como nos relacionamos com eles é uma definição eminentemente política. Ao contrário da paranoia Hallowidiana (Hollywoodeana?) que apresenta os mortos como seres que nos assustam e nos atacam, com a imagem emblemática do “zombie”. Nas celebrações latino-americanas os mortos são seres que continuam a serem amado, que também nos trazem chuva, e com ela a continuidade do ciclo da vida.
O horripilante zombie do Halloween não é nada como o nosso amado morto, contudo, poderia muito bem funcionar como metáfora do que nos acontece enquanto estamos vivos. Quando estamos condenados à fome e à pobreza, quando perdemos os nossos direitos de cidadania à procura de comida numa lixeira, quando o nosso corpo e alma são prostituídos, quando nos transformamxs em mortos-vivos, no descarte do capitalismo, quando sobrevivemos por causa da “caridade de quem nos detestam”[1].
Desde a nossa concepção radicalmente latino-americana, dedicamos esta edição com profundo amor e respeito às pessoas mortas por Covid em todo o nosso continente, e especialmente às do povo brasileiro, vítimas não só de uma pandemia, mas também de um pandemónio, que condenou à morte uma grande parte do Brasil.
Para todxs eles, reunimo-nxs como uma comunidade, fazemos escadas de pão de criança (Tantawawa) e oferecemos-lhes as nossas orações, canções, bebidas espirituais e muitas flores de todas as cores e aromas do nosso belo continente. Em troca, pedimos-lhes que nos tragam chuvas para continuar a celebrar o amor e a vida e a luta.
[1] Arnaldo Brandao/Cazuza “O tempo não para”1988
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A POLÍTICA SOCIAL NAS REINVENÇÕES DO LIBERALISMO
Por: Thaís Pagano
(Ilustração de Drawlab 19)Em meados de outubro/2021, foi amplamente disseminado nas redes sociais um vídeo de um grupo de pessoas revirando um caminhão de lixo a procura de alimentos, em um bairro nobre de Fortaleza. No começo de novembro/2021, outro vídeo de um homem implorando por comida em um condomínio de prédios em Brasília, gritando “É fome, por favor, é fome!”, repercutiu na imprensa. Essas cenas, espetacularizadas pela mídia, evidenciam a intensificação da insegurança alimentar na pandemia, um grave problema social presente cotidianamente nas periferias das cidades brasileiras, decorrente da agudização do fenômeno do pauperismo.
Segundo o cientista político José de Souza Martins, “os problemas sociais não poderão ser resolvidos se não forem desvendados inteiramente por quem se inquieta com sua ocorrência e atua no sentido de superá-los”. A indignação frente à desigualdade social, reproduzida por meio de um complexo mecanismo que envolve diversas instituições, deve nutrir a ação dos sujeitos sociais comprometidos com a constituição de uma sociedade, de fato, justa e igualitária. Nesse sentido, nosso papel na construção de uma nova realidade social reside, entre outros, na contextualização dos fenômenos sociais, alimentada permanentemente pela consciência crítica.
A compreensão das relações sociais exige análise do confronto de projetos societários vigentes e por isso a proposta desse texto é apresentar elementos que propiciem reflexões acerca da política social sob o prisma da tradição marxista, que oferece ferramentas para o exercício do pensamento crítico, abordando a política social a partir da perspectiva crítico-dialética, fundamentada na ótica da totalidade, resultante das contradições estruturais produzidas pela luta de classes, no contexto do capitalismo. Sendo assim, a questão social, manifestada no conjunto de desigualdades decorrentes das relações sociais constitutivas do capitalismo contemporâneo, se configura como referência para o desenvolvimento das políticas sociais.
A política social, como mediação entre economia e política, é um processo que revela a interação de um conjunto de determinações econômicas, políticas e culturais. Seu desenvolvimento, com a demonstração de seus limites e possibilidades, deve ser elucidado no panorama das relações conflitantes entre Estado e sociedade civil, abrangendo o movimento de produção e reprodução da acumulação capitalista.
Para entender o surgimento e desenvolvimento da política social no Brasil, é preciso considerar suas peculiaridades por meio do resgate de sua trajetória histórica. Um país que carrega as marcas do processo da colonização, da subordinação e dependência do mercado mundial, possui a formação do capitalismo determinada pela heteronomia. A herança do escravismo penetra nas relações sociais, nas condições de trabalho e no ambiente cultural brasileiro. A criação do Estado nacional, que possibilitou o movimento de ruptura com a aristocracia, não se comprometeu com nenhuma ação de proteção e garantia dos direitos sociais por parte das elites econômico-políticas.
O desenvolvimento do processo de industrialização na década de 1930 alterou a paisagem urbana e criou as condições para o fortalecimento, em território nacional, da classe operária, que já vinha se formando desde os últimos 25 anos do século anterior, marcando a sociedade pelo forte antagonismo entre as classes burguesa e proletária. Nesse período, o Brasil não possuía ainda uma legislação trabalhista que amparasse a classe operária, fazendo emergir constantes conflitos na luta por direitos básicos, como redução da carga horária, melhores salários e condições mais salubres no ambiente de trabalho.
Com a expansão da economia capitalista monopolista, o Estado defrontou- se com duas demandas: absorver e controlar os setores urbanos emergentes e buscar, nesses mesmos setores, a legitimação política. Para isso, adota uma política de massa, incorporando parte das reivindicações populares, controlando a autonomia dos movimentos reivindicatórios do proletariado por meio de canais institucionais, absorvendo-os na estrutura corporativista do Estado. Os excedentes gerados pela acumulação de capital, propiciados pela produção em massa, foram direcionados pelo Estado para o financiamento de políticas sociais públicas. Houve, assim, a manutenção do poder de compra dos trabalhadores, o reconhecimento do movimento sindical em sua luta por reivindicações políticas e sociais e a expansão da prestação de serviços sociais, levando o Estado a desenvolver novas funções econômicas, políticas e sociais.
A questão social passa a ser administrada e controlada pelas vias institucionais, por meio de ações de proteção social, consolidadas por medidas de cunho controlador e paternalista do varguismo, nas décadas de 1930 e 1940, definindo uma espécie de pacto político entre as classes, como a valorização da saúde do trabalhador e o conjunto de leis regulamentadoras das relações capital e trabalho, como a Consolidação das Leis do Trabalho (CLT), o Salário Mínimo, a jornada de 8 horas e o direito às férias, a proteção do trabalho da criança e da mulher e a Legislação Sindical. Uma vez que essas medidas se destinavam somente aos trabalhadores com carteira assinada, as pessoas que não se enquadravam nesse critério, como trabalhadores/trabalhadoras informais e as pessoas desempregadas, ficavam desprovidas de qualquer proteção, restando às obras sociais e filantrópicas a responsabilidade pela assistência aos mais pobres, configurando uma marcante dualização da política social brasileira.
As políticas sociais, então, surgem no sistema capitalista monopolista, como resposta às pressões das classes operárias, como forma de reparação aos agravos provocados pela exploração das forças produtivas e para manutenção do sistema responsável pela concentração, cada vez maior, da renda em favor dos grupos hegemônicos. Tornava-se, assim, necessária a manutenção da paz social, via políticas públicas. Grande parte dessas políticas surgiram no governo Vargas, e por isso é um período considerado como importante marco na conquista dos direitos trabalhistas. Porém, com evidente processo excludente, já que dava direito apenas aos segmentos considerados produtivos, deixando boa parte da população dependente de ações segregadas de proteção social benemerente.
Somente em 1988 ocorre a generalização dos direitos sociais no Brasil, com a promulgação da Constituição Federal, na qual novas bases são colocadas para o Sistema de Proteção Social brasileiro. Nasce assim a Seguridade Social, modelo que articula o atendimento por parte do Estado às demandas sociais nos campos da saúde, assistência social e previdência social, de caráter universalizante. Portanto, por meio da Política Social e de seus benefícios, o Estado busca manter a estabilidade, diminuindo desigualdades e garantindo direitos sociais, em um contexto de significativo aumento da pobreza, remodelando a questão social no país.
A partir da década de 90, a perspectiva privatizadora, decorrente das transformações estruturais do capitalismo contemporâneo, passa a configurar um período de relevante subordinação das políticas sociais às políticas de ajuste da economia, representando grande desgaste do sistema público de proteção social, com o encolhimento dos investimentos públicos no campo social, atingindo duramente as relações de trabalho, intensificando sua vulnerabilidade. A retórica liberal encontrou solo especialmente fértil no Brasil, país construído por relações clientelistas e de favor, articuladas economicamente com o universo do capital, que dissimulam a violência presente, até hoje, nas relações de produção. O liberalismo, que é uma filosofia e uma prática política nascidas com o capitalismo, possui várias gradações e sua premissa busca justificar a dissociação entre o produtor e o resultado do seu trabalho. Sua característica central é garantir a expansão do capitalismo, naturalizando seus desdobramentos. Seu objetivo medular, seja do neoliberalismo, do ultraliberalismo e, agora, do ultraneoliberalismo, é defender a propriedade do capital em detrimento à classe trabalhadora, mediante sua execrável e contínua exploração.
O liberalismo se configura como política de Estado, protege essa instituição dos levantes populares e, consequentemente, favorece os grupos dominantes, encorajando-os a usurparem os bens públicos. A doutrina do ultraneoliberalismo, faz com que o Estado austericida camufle as artimanhas fiscais do empresariado, constituindo-se assim em uma política de endividamento de grandes proporções. Dessa maneira, recursos destinados às políticas sociais são usados para eximir impostos das classes dominantes, em consonância com a aguda precarização dos trabalhadores. A expansão do capitalismo equivale à produção crescente da desigualdade social. Assim, o atendimento às necessidades sociais, como saúde, educação, etc., deixa de ser responsabilidade do Estado e passa para a competência do mercado, ocorrendo a mercantilização dos serviços públicos.
Nesse contexto, a análise das políticas sociais brasileiras revela sua natureza compensatória, focalista e seletiva, direcionada ao atendimento de situações extremas de pobreza e de sobrevivência, descaracterizando sua atuação na perspectiva da garantia de direitos e exercício da cidadania. As práticas de benemerência são recuperadas e reatualizadas pelo Terceiro Setor (Ong´s) e o enfrentamento às demandas sociais passa a ser uma tarefa articulada entre sociedade civil e Estado. O avanço do neoliberalismo enquanto paradigma político e econômico globalizado evidencia grandes contradições no campo da Seguridade Social pois, apesar de se ajustar à ordem capitalista internacional, reduzindo a função social do Estado, com inúmeras privatizações, limitando benefícios sociais e investimentos públicos, priorizando o voluntariado e a solidariedade, a Constituição Federal de 88 reconhece os direitos sociais e preconiza a Seguridade Social como um sistema de garantia de diversas circunstancias sociais.
É fundamental reconhecer que as inovações contidas na Seguridade Social, especialmente no âmbito da Assistência Social, como os programas de transferência de renda, respondem às necessidades e direitos concretos de seus usuários. No caso do Programa Bolsa Família, criado em 2003 e extinto na semana do dia 15.11.2021, a transferência monetária estava articulada com políticas educacionais, de saúde e de trabalho, contemplando diversos públicos como crianças, jovens e adultos de famílias pobres, com o objetivo de possibilitar um enfrentamento à pobreza e às desigualdades sociais e econômicas no país. O Bolsa Família está sendo substituído pelo programa social Auxílio Brasil, cuja fonte de recursos ainda não foi informada pelo Governo Federal.
O Estado intervém na esfera da vida diária da população, estabelecendo uma relação muito próxima com ela. Diante desse quadro, as organizações populares também procuram fortalecer suas resistências, para reagir à mercantilização das políticas sociais e suas condicionalidades, questionando as relações de força em movimentos cotidianos, expressando protestos contra as medidas do Estado, que é uma condensação de forças e suas relações são mediações, processos de enfrentamento, conflitos de forças, que se organizam de forma diversificada.
Presenciamos cotidianamente o aumento exponencial da pobreza, do desemprego e da desigualdade social, em um cenário marcado pela corrosão de direitos sociais e pela massiva desresponsabilização do Estado em seu papel de agente público, que possui o dever de articular as diversas políticas sociais no atendimento às demandas da população. Segundo a Rede PENSSAN, de 2019 para cá o número de pessoas em insegurança alimentar quase dobrou no Brasil. Os desafios são inúmeros diante da reinvenção do liberalismo, que prioriza a lógica economicista e autoritária, promovendo a intensificação do individualismo e do consumismo.
O desmonte, no contexto do trabalho, é aprofundado pelas contrarreformas trabalhista e previdenciária, com forte impacto nas políticas sociais, em decorrência do congelamento dos recursos públicos. Associado a isso, a culpabilização dos movimentos sociais, da pobreza e o genocídio da classe trabalhadora, revelam a necessidade de se resgatar o trabalho de base, por meio de ações política e pedagógica que possam debater com os sujeitos as causas da problemática social, as escassas respostas das políticas públicas às demandas sociais e o não atendimento aos direitos sociais. A luta pela descriminalização dos pobres e suas famílias deve estar presente de forma ininterrupta na agenda progressista por meio de pactos sólidos, com o objetivo de alimentar a organização dos segmentos populacionais com o objetivo de construir movimentos coletivos de resistência.
É necessário combater a rentabilização da política social e a especificidade que reside na em sua limitação como política de enfrentamento à pobreza apenas em sua dimensão emergencial, focalizada e assistencial, contrapondo o atendimento às demandas sociais com traços paternalistas e repressivos, cujas ações são subordinadas aos interesses econômicos. Fortalecer os movimentos sociais e os sindicatos de diversas frações da classe trabalhadora, é fundamental para intensificar a pressão sobre a arrecadação de impostos sobre rendimentos mais altos. Como condição para a garantia dos direitos civis, políticos e sociais da classe trabalhadora, a luta a favor da equidade e justiça social na perspectiva do acesso aos bens e serviços relativos aos programas e políticas sociais, deve ser priorizada. É urgente a defesa de políticas sociais universais, capazes de enfrentar a desigualdade social por meio da transformação da base econômica.
A política social é uma modalidade de política pública, que permite o acesso a recursos, bens e serviços sociais necessários, sob múltiplos aspectos e dimensões da vida: social, econômico, cultural, político, ambiental entre outros. Sua atuação deve extrapolar a gestão da pobreza e o controle dos riscos sociai e não deve ser naturalizada como forma paliativa de enfrentamento à pauperização, reduzindo drasticamente seu alcance. Na perspectiva da cidadania, ela deve se fundamentar na luta coletiva pela equalização de oportunidades, melhoria das condições sociais dos sujeitos, concretização de direitos e da justiça social.
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EXAGERADO
Por: Wilson Ramos
ExageradoUma coitada. Desempregada. Com fome. Sem dinheiro para a conta de água, fez um gato. Furtou água. Tem um filho de 5 anos que ousa precisar de água.
Um cretino diria « quem rouba um tostão, rouba um milhão » e defenderia o encarceramento desta perigosa criminosa para a defesa da sociedade e da harmonia social.
Essa cretinice, no Brasil, é coletiva, institucionalizada.
Um delegado prendeu, um promotor denunciou, um juiz mandou para a penitenciária. O Tribunal de Justiça de Minas Gerais manteve a prisão: uma delinquente como aquela diarista, com um filho de 5 anos, não pode ficar à solta. O Superior Tribunal de Justiça, com sigla em minúsculas desde o tempo em que foi cúmplice da Lavajato, manteve-se apequenado. O stj manteve a criminosa presa, encarcerada com outras delinquentes (https://www.google.com/amp/s/www.bbc.com/portuguese/brasil-59314206.amp) por ter desacatado o aparato repressivo estaral, por ter cuspido no rosto do policial que a prendeu.
Uma bandida como essa, ladra de água, abusada, se não for severamente reprimida, daqui a pouco vai estar recebendo cheques de 79 mil em sua conta. Começa assim, alguns litros de água aqui, um cheque em sua conta ali e logo vai estar recebendo auxílio moradia apesar de ter imóvel próprio. Tem que punir ou matar? Bandido bom é bandido morto?
Mais de 100 dias presa por furtar o que jamais deveria ser privatizado e por cuspir no guarda. Reincidente. Reincidiu na pobreza, na sede e na ousadia de ter perdido a serenidade ao ser presa.
Essa senhora é muito abusada, uma diarista, uma pobre, uma criminosa, uma mãe, uma miserável, um perigo para a sociedade. Uma exagerada, como eu, que tenho vontade de cuspir na cara de todos os que, direta ou indiretamente, mantiveram essa perigosa delinquente enjaulada pelo grave crime de ser pobre e precisar de água, por mais de 100 dias, em um presídio em Minas Gerais.
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Os inimigos do gozo: o jogo do Bolsonaro e da terceira-via
Por: Vinícius Carvalho
Se existisse uma máquina do tempo que trouxesse Getúlio Vargas e Luiz Carlos Prestes diretamente do ano de 1945, jogasse os dois, peladões, sem entender nada, como numa cena de filme distópico, no meio do Largo da Carioca, a primeira coisa que eles fariam seria olhar um para cara do outro e falar “eita porra”, depois iam para uma banca arrumar um jornal para cobrir suas “vergonhas”.Nessa banca de jornal, eles começariam a ler as notícias e entenderiam que Lula é o cara da centro-esquerda, maior líder popular vivo do país, recém saído da cadeia, porém seu partido ainda contando com uma forte rejeição e oposição, o tal de “antipetismo”. Se identificariam, obviamente, com sua figura histórica e trajetória.
Aí eles passariam a tatear a política atual, “o que está acontecendo no país”? Veriam que o Brasil vive um verdadeiro caos humanitário e civilizatório, fome, crise pra tudo quanto é lado e o pior: um clima de golpe de extrema-direita pairando no ar.
Depois, eles buscariam a opinião da oposição à esquerda do PT e a tal terceira-via. Caminhariam até a sede do PDT, ali na Praça Tiradentes para conversar com o Lupi, depois se dirigiriam à sede do PCB, na Rua da Lapa. E é aí, meus amigos, que ambos ficariam ruborizados, pra não dizer horrorizados, porque iam se deparar com um cenário mais distópico do que a ideia de “máquina do tempo” que inicia este texto. Teriam a triste constatação de que no exato momento em que vivemos estas pessoas tenham elencado o Lula como o inimigo a ser combatido em nome de uma revolução que não irá ocorrer, no caso da esquerda radical, e em nome de destruir o petismo e pegar o seu espólio eleitoral, no caso da terceira-via Cirogomista.
Ambos, Vargas e Prestes se entreolhariam novamente e falariam, “o que essa gente tem na cabeça?”
Vamos falar sério agora.
Lembram quando eu falava que “linguagem” e “gestual” hoje em dia são coisas importantes pra caramba? Então. Bolsonaro é o presidente mais idiota que o Brasil já teve, mas ele sempre deixou nítido, desde antes de vencer as eleições que ele queria dar um golpe e fechar o congresso, que ele queria ser ditador desse país. Força? Nunca teve. Mas o que é exatamente ter força com a cadeira presidencial?
Muito mais importante que ter ideias, é fazer com que outras pessoas acreditem nessa ideia. Bolsonaro sempre esticou a corda da democracia e ameaçou as instituições o máximo possível, e como resistência só encontrou notas de repúdio. Ora, a cada novo ataque, digno de responsabilização criminal, os ecos que eclodiam eram os seguintes: “ele é loucão, fala da boca pra fora”; por outro lado, se assustavam e reagiam de tal forma: “meu Deus, ele tem o exército do lado, não vamos reagir porque ele vai dar um golpe”.
E assim, ninguém reagiu, ninguém fez nada, e Bolsonaro foi ganhando o terreno, os corações, as mentes e plantando a sementinha da legitimidade dos seus intentos, até que
esse tal terreno aí, o do golpe, agora ele quer reivindicar por usucapião. Quando o Alexandre Moraes começa a reagir é tarde demais.
O Bolsonaro tentará dar um golpe no país no dia 7 de setembro? Não sabemos, mas ele está ameaçando. Seu filho, o Bananinha, já fala abertamente em descumprir decisões do STF. E, de fato, se o Bolsonaro estiver tão capilarizado assim dentro das polícias e exército, quando o STF emitir uma decisão, quem vai executar? Quem vai cumprir?
É bom lembrar que um dos lemas da extrema-direita desde o início da pandemia é “decisões ilegais não se cumprem”. O que é ilegal para eles? Ora, tudo o que achem que é ou, de acordo com o já mencionado aqui Olavo de Carvalho, em tudo aquilo onde a constituição não seja nítida o suficiente e deixe brechas. Para eles, prender alguém que está cometendo um crime ao conspirar contra a democracia não é ilegal, ilegal é a decisão da justiça, logo, “não se cumpre”.
A questão é, Bolsonaro vai ter o seu grande teste de força dia 7 de setembro e o próprio anda autoconfiante a ponto de falar que “será a última”, porém, se ficarmos acuados como já dito aí pelo blogueiro de esquerda Eduardo Guimarães, “preparem seus passaportes” será justamente tudo o que o bolsonarismo e o golpismo querem, ganhar sem luta e sem disputa. É momento de confrontar essa turba sem medo.
Sem medo, mas sabendo que a situação é sim grave. Quando um tenente-coronel da PM paulista precisa gravar um vídeo dizendo que “a corporação está unida e não se alinhará a aventuras golpistas e conspiradores” é porque a corporação não está unida, é uma demonstração de fraqueza. Afinal, se não existisse tal risco, esse tipo de vídeo nem seria gravado, certo?
Quando estourou o caso do Dr. Jairinho este ano, escrevi um texto dizendo que a ligação de Jairo, o pai, Jairinho, as milícias e a família Bolsonaro era a consolidação da corrupção do baixo clero e que o projeto dessa turma era tornar o Brasil num grande Rio de Janeiro. Esse golpismo 2021, protagonizado por Jair Bolsonaro é mais ou menos a consolidação dessa ideia.
Um golpismo não gestado por intelectuais ou por uma elite financeira ou militar. Mas um golpe dado por guardas da esquina, por contraventores, donos de puteiros no subúrbio do Rio e periferia de São Paulo, bicheiros, pastores e todo o tipo de pilantras e bandidos da fauna urbana.
O golpe, dessa vez, não será apenas ideológico, a ideia de intervenção passou a amadurecer quando crimes e mais crimes de Bolsonaro foram descobertos. É uma tentativa de golpe, acima de tudo, para que Bolsonaro continue roubando, a milícia continue matando, o agronegócio continue passando a boiada e o mercado financeiro continue raspando o tacho do país.
E o mais incrível é que até a fome, a miséria, o desemprego vem a calhar a ajudar essa turba. O desespero é um fator psicológico que, de acordo com Yannis Varoufakis, não desperta a chama revolucionária do povo, é o contrário, o torna mais reacionário, mais submisso e mais suscetível aos pequenos poderes. Quanto mais fome, quanto mais
miséria, quanto mais desemprego, quanto mais alto o dólar, a gasolina e a cesta básica, a sensação que eu tenho, é que mais o Bolsonaro se fortalece dentre as duas pontas do nosso espectro social, quem está ganhando muito dinheiro com tudo isso, e com quem não tem nada, absolutamente nada, nenhum conforto material, nenhuma qualidade de vida, nenhuma comida no prato.
O efeito Lula e a “guerra espiritual”
Quem está rodando o país fazendo a grande política, tentando reatar nós entre os diversos espectros políticos da sociedade é o ex-presidente Lula. Se encontra com indígenas no Maranhão pela manhã e de noite com Tasso Jereissati, no Ceará. E conforme Lula cresce e aparece ganhando a benção de uma Mãe de Santo, no Rio Grande do Norte, um burburinho realizado pela ala bolsonarista mais radical e evangélica, passa a repetir que “a guerra é espiritual”.
Uma das narrativas criadas pelo bosonarismo é esse papo perigosíssimo de “guerra espiritual”. Pessoas que acreditam que o Brasil vive uma guerra santa, uma jihad cristã, está disposta a tudo: até matar um parente em prol do desfecho político que lhe é conveniente.
Ciro Gomes dormiu como Getúlio Vargas e acordou como Carlos Lacerda
Nesse enleado, qual tem sido o papel do Ciro Gomes e da dita terceira-via? Eleger Lula e Haddad como seus principais inimigos, chamar Haddad de poste, canalha, Lula de bandido, corruptor e, pasmem, as últimas do clã Gomes foram pesadas a ponto do Ciro falar que Lula “elogiava Hitler”, “é misógino, homofóbico e reacionário”. Ivo Gomes, seu irmão, ao ver uma foto de Lula com seu outro irmão Cid, comenta na foto do seu perfil pessoal “cuidado com a carteira”.
É este o nível da política, esses são os inimigos eleitos pela terceira-via cirogomista. Como iniciamos este texto falando de Vargas e Prestes, agora é momento de lembrar outra figura, sempre conspiradora, sempre golpista, sempre errando o timing político, aquele que Ciro Gomes parece emular, Carlos Lacerda, o grande inimigo de Vargas.
Como no romance A Metamorfose, de Franz Kafka, quando certa manhã Ciro Gomes acordou de sonhos intranquilos, encontrou-se em sua cama metamorfoseado num inseto monstruoso. Queria ser Getúlio Vargas, mas ao se olhar no espelho era Carlos Lacerda.
Já a oposição da dita esquerda-radical, bem, essa daí nem vale a pena perder muita tinta ou pena. Mas espero que no dia 7 de setembro, eles, ao invés de continuarem cumprindo o papel de ombudsman do Lula façam como os revolucionários que os inpira e enfrentem fascistas, e não o PT. Afinal, quem é o inimigo deles?
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Viva o dia 27 de Setembro!
Por: Vinícius Carvalho
Viva as Crianças! Salve São Cosme e São Damião e a Falange dos ErêsNão gosto de final de ano. Não sei se é porque esse lance de inferno astral antes do seu aniversário é real (faço aniversário em janeiro) e entre o Natal e o Ano Novo fico meio ruim, ou se tudo isso é uma baboseira e eu simplesmente não gosto das festas e do clima de final de ano por não gostar mesmo.
Mas sei que acho tudo meio depressivo. Não me apetece o apego familiar exacerbado, a ideia de família reunida, mas não como algo festivo e catártico como uma churrascada de aniversário, e sim como emulação de uma festividade do hemisfério norte, com uma reflexão forçada, em encontros completamente forçados, que, não obstante, tendem a acabar em mal estar.
E isso é o completo oposto que representa o 27 de setembro, o dia de São Cosme e São Damião. Algo genuinamente alegre e orgânico e que mexe com os melhores sentimentos possíveis que cada um guarda dentro de si, porque envolve infância, juventude, doce e rua. No Cosme e Damião não existe um Papai Noel que presenteia crianças ricas e não dá nada ou pares de meia para as pobres. No dia 27 não tem chaminé, é durante o dia, no meio da rua, correria, sincretismo religioso, risada, brincadeira e um momento onde, invariavelmente, as crianças serão iguais.
Mas peço uma licença para falar um pouco mais sobre, prometo ser breve. Não vou ser umbiguista ou etnocêntrico este ano, não sei se fora do Rio de Janeiro e de alguns outros cantos ou subúrbios e periferias do Brasil as pessoas conhecem ou comemoram o dia de São Cosme e São Damião e sequer sabem o que significa.
Confesso que sou afastado das coisas religiosas, mas sou próximo das coisas culturais. Portanto, mesmo agnóstico, meus olhos saltam de felicidade toda vez que vejo nas redes sociais fotos da molecada no dia 27 de Setembro catando os saquinhos de doce de Cosme e Damião.
Era o dia do ano mais esperado de 9 entre 10 crianças do subúrbio do Rio até pouco tempo atrás. Aliás nem tão pouco assim, umas duas décadas. Não posso afirmar que ainda seja por conta da virulência política e religiosa que dominou o nosso país.
Era dia de: “aeeee tia sou eu e mais 4 irmãos, bota 5 saquinhos de doce ae”, mesmo que você fosse filho único.
Era dia certo de matar aula, sair de casa com a mochila vazia sem hora pra voltar. Ir a pé do Jardim Leal até o Gramacho, de lá até o Centro de Caxias, passando por Centenário, Corte 8, Itatiaia e onde mais visse uma correria, um tumulto de gente, algum terreiro de macumba ou a casa de família católica que ou era devota ou teve alguma promessa atendida por Cosme e Damião. Geralmente, fazia-se promessa para eles quando alguma criança da família estava doente.
Dia de voltar para a casa com a canela russa, todo mulambo de barro e poeira, com caganeira, dente cariado, mochila já dando formiga de tanto doce. Rolava um acordo tácito, mesmo os pais mais disciplinadores na questão escolar (como eram os meus, por exemplo), que não admitiam uma reclamação, não permitiam que os filhos faltassem ou matassem aulas nunca, jamais, no dia 27 de setembro fingiam que não sabiam que seus filhos matariam aula e os filhos, por sua vez, fingiam que enganavam.
Minha mãe tinha uma parada com limpeza que era braba, quando eu abria o portão era certo de ouvir o “não vai entrar na casa imundo desse jeito nem por um decreto”. Pegava a mangueira, abria o registro e no jatadão de água saía bolota de barro até de dentro da orelha.
Esse dia significava um sincretismo religioso completamente saudável entre católicos, umbandistas e candomblecistas. Ali era Cosme e Damião para católicos, Festa de Erê para as religiões afrobrasileiras, doce pra molecada, caruru pra todo mundo, o padre missionário italiano da paróquia indo almoçar no terreiro da dona Mariana, e ouvindo “peão na obra quer trabalho”, acabando tendo que ajudar a distribuir os saquinhos de doce usando chinelo de couro, a rapaziada do terreiro indo pra missa à tardinha benzer alguns mantos e etc.
Você até ouvia algumas outras religiões falando que “doce era coisa do capeta”, mas ninguém dava bola, era uma minoria guetificada que, de tão radical, acabavam dizendo que os católicos que idolatravam santos estavam adorando o “capeta” também.
Ninguém ali imaginava ainda que algumas daquelas religiões virariam seitas totalitárias. Algumas até chegando às vias de fato da criminalidade, como os “Bandidos de Jesus” que crescem a cada dia.
Hoje, estes formam uma – não chega a ser maioria – mas uma média coesa, militante e radical que quebra santos, elege governadores, presidentes, deputados, chefes de tráfico; e depredam terreiros e expulsam mães de santo dos subúrbios.
Uma das coisas que sempre penso, também, a respeito desta data é que ela talvez seja a primeira relação imaterial e de identidade que a criança tem com o subúrbio, e também a primeira relação de orgulho e apego com o seu bairro e sua vizinhança.
É o dia da desforra, é o dia em que, em outros tempos, o pré-adolescente do bairro de classe média e praiano, sentia aquela invejinha do pré-adolescente do bairro empoeirado; da Penha, Leopoldina, Bangu, Madureira, Oswaldo Cruz, Campo Grande e Baixada.
Mais do que um dia de santo, o dia 27 de Setembro é o dia “Abre Alas” do suburbano. É aquele que marca na pele o amor pela calçada, pela rua, pela Igreja da Penha lá longe, no horizonte, o Cristo Redentor dos fudidos, é o dia também em que lembramos e homenageamos mesmo em pensamento o nosso Santo ainda em vida, Zeca Pagodinho.
É, enfim, um dia sagrado que, diferente do Natal, concede para as crianças mais pobres um gostinho de igualdade social e é aquele dia que abençoa e batiza a vida do ser suburbano, o que abre o caminho para todos os outros que virão.
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O problema nunca foi Jair
Por: Marcos A. Brehm
Jair sempre foi pequeno e sempre será, seja apoiado ou não pela maioria dos eleitores. Afinal, sua modalidade de pequenez é especial: trata-se de pequenez cognitiva, pois não se sustenta por lógica; de pequenez moral, uma vez que é escancaradamente hipócrita; e de pequenez humana, já que é declaradamente contra os direitos humanos, e portanto desumano por definição. Mas isso não é novidade e não pode ser aceito como tal. Não foi a cadeira que o deixou assim. Muito pelo contrário, ele foi sempre um ser ostensivamente tacanho, orgulhosamente imoral e cotidianamente atroz. E não precisamos ser detetives ou cientistas políticos para perceber isso. Eis algumas amostras, e todas de antes dele sentar na cadeira:“O erro da ditadura foi torturar e não matar” (2008 e 2016)
“Morreram poucos. A PM tinha que ter matado mil” (1992, sobre o massacre do Carandiru)
“Eu jamais ia estuprar você porque você não merece” (2003 e 2014)
“Para mim é a morte. Digo mais: prefiro que morra num acidente do que apareça com um bigodudo por aí. Para mim ele vai ter morrido mesmo” (2011, sobre gays)
“Ele devia ir comer um capim ali fora para manter as suas origens” (2008, sobre indígenas)
“A escória do mundo está chegando ao Brasil como se nós não tivéssemos problema demais para resolver” (2015, sobre imigrantes)
“Como eu estava solteiro na época, esse dinheiro do auxílio-moradia eu usava para comer gente” (2018)
Além de ideologicamente tosco, nenhuma experiência executiva. Como militar, atuou exclusivamente no campo da mediocridade. Como legislador se manteve firme no limiar da irrelevância. Daqueles que esperavam que daquela carcaça saísse um estadista, não posso emitir qualquer opinião relevante: não tenho qualquer conhecimento teórico ou clínico sobre psiquiatria.
Mas houveram, e esses vieram às pencas, aqueles que garantiram que alguma pitada de coerência, algum lampejo de competência, ou ao menos alguma gotícula de tecnocracia fria poderia sair dali. E essa esperança foi tanta que, ao verem do outro lado um candidato com sólida experiência executiva e carreira de professor universitário na maior escola do país, mas que infelizmente era do “partido errado”, optaram pela antipolítica declarada. Um discurso antipolítico requentado, diga-se de passagem, que como manda nossa práxis histórica, veio lindamente embrulhado com um laço de patriotismo de ocasião.
E vieram em multidões. E engoliram com goles fartos o fermentado de antipolítica rasa, como se a solução de todos as dificuldades fosse óbvia e clara: o problema de estarmos perdendo o jogo não tinha a ver com os jogadores, mas com a necessidade de que todos eles obedecessem às regras. As regras, em especial aquelas que lhes são inconvenientes, eram claro fruto de um comunismo enrustido, que paradoxalmente nunca deu certo mas domina o mundo.
E essa opção declarada pelo abandono da lógica e do iluminismo, pela desistência da civilidade, pela visão do adversário sempre como inimigo, pode surgir de dois caminhos, situados, aliás, bem longe um do outro:
A primeira opção é a explosiva mistura entre ingenuidade, ignorância e boa intenção, que sempre resultou, com o perdão da palavra, em merda. E não se engane quem ache que nesse grupo tem só iletrado. Tem (literalmente) muito Ph.D. em repimboca de parafuseta, um pessoal que num olhar desatento parece esclarecido, mas que, ao retumbantemente ignorar a existência de uma ciência política, erra sempre o alvo por 180 graus. E não estamos falando de uma leitura técnica de Hans Kelsen e da teoria geral do direito e do Estado. Estamos falando sobre algo bem antes disso: entender que o sistema republicano têm vários problemas, mas que de longe ainda é o melhor palpite numa perspectiva histórica. Trata-se do famigerado “idiota bem intencionado”, uma forma de perigo semovente, mas que nessas horas pode até já estar arrependido. Sendo o caso, pode ser que ainda tenha uma vaga no céu cristão. Mas isso depende muito do grau de idiotice, e não há como saber ao certo.
Já a segunda opção é ainda mais perigosa: trata-se do aproveitador inescrupuloso que sempre entendeu muito bem os caminhos da antipolítica, mas que viu nesse caminho uma oportunidade de galgar corações. E sem nem titubear, embarcou com toda força nisso. Isso aconteceu em púlpitos políticos, religiosos e virtuais, a escolher. E convenhamos: funcionou muito bem. Tão bem, mas tão bem mesmo, que essa turma gostou tanto da ideia e até já começou a surfar na onda da “anti-antipolítica”, que agora é chamada pelo eufemismo de “terceira via”, claramente um nome muito mais elegante. Foi como se o passado recente tivesse sumido por encanto. Agora ninguém mais se lambuzou do outro lado. Agora ninguém mais foi ministro de ninguém. Agora ninguém mais foi pra Paris quando o bicho pegou. E não se engane: essa rapaziada sempre soube muito bem onde dão os caminhos da inconstitucionalidade. Eles só não se importam com isso, e provavelmente já tentam negociar um bom imóvel no nono círculo do inferno, com um barquinho aquecido pra navegar no lago Cocite.
Mas tanto os idiotas quanto os canalhas sempre existiram, não havendo nenhuma novidade nestes perfis, portanto. Mas é aí que aparece o problema de verdade, que nunca se chamou Jair. Jair não me afeta, uma vez que nunca teve meu afeto, mas apenas meu ódio e meu nojo sinceros. O problema de verdade é que o bolsonarismo enquanto forma de (não) pensar, me mostrou que tudo isso está bem mais perto do que imaginei. A selvageria não está só no palácio do planalto. Está por todos os lados, e provavelmente bem perto de você também. Sempre esteve, aliás, mas agora deixou de ser invisível. Talvez seja a única coisa pela qual agradeço ao Jair.
O problema, portanto não é o Jair, esse grande bosta. O problema é aquele grande camarada que sempre pareceu um grande parceiro, que virou noites intermináveis com você, mas que agora se armou com pistolas e munição em nome da liberdade e de bandido morto. O problema é aquele colega religioso, que sempre pareceu bacana, que sabe tudo de teologia mas abraçou quem defendeu abertamente a morte e a violência como método. O problema é ver aquele grande amigo de viagens e aventuras, que sempre se mostrou esclarecido, divertido e aberto a ideias abraçar um deus cristão que se perdeu no personagem e quer matar o próximo se o próximo for um comunista. O problema é a cientista que não acredita em vacina porque só enxerga o próprio umbigo. O problema é ver aquele médico que outrora parecia ter competência inabalável receitando vermífugo pra tratar vírus, tudo em nome de uma ideologia barata, e que ainda por cima já se encontra no final da data de validade.
O problema, enfim, é perceber que o afeto que havia com certos familiares e amigos próximos se perdeu. E se perdeu porque não havia como não se perder. Se perdeu porque não viu mais razão de existir, não viu vontade em não se perder. Afinal, o coração não tem terceira via. A notícia boa é que se você já tentou negar, já passou raiva, já tentou barganhar e já se deprimiu por causa disso, tudo indica que a aceitação chega em breve. Se possível, se mantenha longe. Na melhor das hipóteses o afeto some por um tempo, mas na pior das hipóteses vira desprezo. Em dias otimistas, quando o sol brilha e aquece os corações, penso na possibilidade de não serem pessoas ruins, mas apenas pessoas bem perdidas, sob diversos aspectos. Mas em dias pessimistas, principalmente quando chove e faz frio, penso que as pessoas ruins também podem se perder.
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Uma história corporativa
Por: Marcos A. Brehm
Era uma vez, muito tempo atrás, uma pequena subsidiária de uma das maiores empresas do mundo. Em certo momento, seu presidente achou melhor fazer uma cisão com a holding. Segundo muitos economistas, foi quando os problemas de gestão se tornaram aparentes.Mas isso foi há muito tempo. Depois de passar pelo modelo de conselho majoritário, sempre alinhada com outras corporações, a firma passou a ter votação direta: o CEO é escolhido por votação entre todos os funcionários. Mas mesmo que quase todos concordassem e gostassem desse sistema, em certas épocas surgiam perturbações que causavam mudanças no modelo de gestão.
Em uma certa época, uma “panelinha” do setor da segurança colocou, contra todas as regras de compliance da época, um CEO escolhido apenas entre eles, que destituiu a diretoria anterior. Vários daqueles seguranças andavam armados e tinham formas pouco republicanas para resolver problemas. Assim, pressionados, o jurídico e o conselho de administração tiveram que ratificar o “golpe” e a diretoria nova passou a gerir a empresa. O dono do revólver sempre tem razão, diziam eles.
E foi assim que o setor de segurança assumiu a presidência por muitos anos. Obviamente deu errado: a gestão da empresa passou a ignorar regras básicas de compliance (que mesmo na época não eram nenhum segredo), e usar rotineiramente os seguranças da empresa para intimidar quaisquer funcionários que exigissem direitos básicos ou reclamassem de malfeitos.
Se tivessem continuado só fazendo aquilo, talvez estariam na presidência até agora. Mas esses sucessivos CEOs fizeram vários empréstimos milionários nada transparentes sob o lema da “modernização” da empresa. Como argumento, sempre diziam que aquela forma de gestão era temporária (até que se chegue ao fim da “modernização”, que não acabava nunca), e que logo haveriam (novamente) eleições diretas para CEO. Mas aquilo nunca acontecia e a má gestão continuava.
Foram mais de duas décadas assim. Quando funcionários faziam reclamações mais contundentes, escutavam frases como “ame a empresa ou deixe-a” ou até piores. Muitos bons funcionários foram obrigados a sair pela forte pressão, que incluía ameaças e agressão física na sombria salinha escura da segurança.
Aquela gestão passou a ser tão repudiada por outras empresas do mercado, que se tornou insustentável. Assim, aquela “panelinha” de diretores percebeu que não daria pra continuar e fez um acordo: sairiam da diretoria e voltariam só ao setor de segurança, mas em troca ninguém poderia ser investigado por quaisquer malfeitos até ali. Acordo estranho, mas não havia escolha. Era aquilo ou voltar para o jugo dos antigos gestores.
No ano seguinte houve a primeira eleição para presidência, que se mostrou bastante turbulenta: o funcionário eleito, um rapaz de família rica (talvez nem precisasse estar trabalhando ali…) foi eleito CEO, mas teve que ser demitido porque o conselho de administração e o jurídico alegaram que houve desvio de recursos: o CEO tinha passado um carro da empresa pro nome da esposa. Ao menos na nova administração esses casos passaram a ser investigados e divulgados, todos pensaram, ainda otimistas.
Os próximos CEOs foram muito melhores, principalmente quando um operador de máquina foi eleito. A empresa cresceu, passou a dividir melhor os lucros e os funcionários do operacional passaram a ganhar mais. A distribuição de lucros era bonita: até os operários podiam comprar carro, casa, e viajar para praias bonitas nas férias. Houveram alguns escândalos de membros do conselho administrativo recebendo presentes em troca de certas decisões, mas, indiscutivelmente, foi uma ótima época para a empresa, com um grande crescimento. Virou firma grande. Os números não mentem, diziam eles.
Mas alguns funcionários de cargos um pouco melhores, que antes ganhavam proporcionalmente muito mais, passaram a achar que aquilo era desnecessário: antigamente o operacional não ganhava quase nada e a empresa também funcionava. Porque mudar o que já funcionava?
Mesmo assim tudo ia razoavelmente bem, até que, em uma época especialmente ruim para o mercado, uma CEO mulher foi eleita. Era uma mulher com experiência em gestão, mas pouco traquejo entre algumas áreas da empresa, cujos gestores passaram a questionar sua competência. Como a CEO pegou a empresa em uma época de mercado ruim, ficou bastante difícil manter a sustentabilidade econômica. Ao mesmo tempo, ela tinha receio de fazer cortes no pessoal. Como a distribuição de lucros já não era tão polpuda, passou a existir uma grande pressão pela saída da CEO. As eleições seguintes foram bastante acirradas, mas mesmo de forma apertada a CEO ganhou mais uma vez.
A crise se acirrou. E embora as finanças estivessem piorando, as normas de compliance eram claras: a CEO só poderia ser destituída pelo conselho caso a CEO não seguisse alguma regra. Embora não houvesse qualquer evidência disso, o conselho de administração decidiu inventar um “suposto malfeito” (que só bem depois foi esclarecido como erro) e colocar o assunto em votação na reunião de conselho. Embora todos soubessem que não havia nenhum malfeito, a crise financeira era, supostamente, um motivo legítimo para tirar a CEO. E assim aconteceu. O jurídico ratificou tudo: achou que legalmente o conselho poderia fazer aquilo. Os fins justificam os meios, diziam eles.
O novo CEO (que ajudou na pressão para mudança da CEO) tinha um desempenho longe de impressionante, mas ao menos tinha a amizade com o conselho de administração. Os salários diminuíram, houveram cortes. Mas ele só assumiria até a próxima votação, e assim quase todos aceitaram aquilo calados: era um problema temporário, que na próxima eleição poderia ser resolvido.
Na próxima eleição, no entanto, as pessoas começaram a perceber o óbvio: a mentira funcionava bem naquela empresa, e o ambiente se tornou altamente conturbado. Um antigo funcionário da segurança, conhecido por seus gritos e bravatas, que havia conseguido um cargo no setor de processos administrativos, se candidatou a novo CEO. Era um funcionário que ficou por 30 anos no setor de processos administrativos, mas nunca conseguiu aprovar qualquer processo, pois quase sempre eram para gerar privilégios ao seu antigo setor (segurança) e não faziam qualquer sentido para empresa.
Mas esse funcionário teve uma ideia boa: ele percebeu que havia muita gente insatisfeita com a crise instalada e fez um acordo com um analista do setor jurídico: o analista viraria diretor se assinasse a demissão por justa causa do candidato favorito à próximo CEO, e que era seu principal concorrente. Não havia motivo suficiente, mas aquele analista, embriagado com a ideia de virar diretor, assinou o papel. O dono da caneta é quem decide, diziam eles.
O funcionário demitido era aquele antigo operador de máquina, que foi um CEO com ótimos resultados no passado. Ficou desempregado um tempo, quando teve apoio de vários outros operadores de máquinas. Como o mundo dá voltas, foi recontratado alguns anos depois, quando conseguiu mostrar que sua demissão tinha sido fraudada.
Além de tirar o concorrente do páreo, esse candidato ardiloso criou um sistema de propagação de mensagens com mentiras sobre os demais concorrentes na intranet da empresa. Funcionou muito bem. Além disso tudo, prometeu mudanças radicais: “choque de gestão” para acabar com os projetos dos diretores anteriores, que supostamente eram o grande problema daquela firma. No fim, as mentiras na intranet, a demissão do principal concorrente por justa causa e a promessa de renovação da gestão foram suficientemente sedutoras, e aquele candidato virou CEO.
Claro que deu tudo errado novamente. O novo CEO, sem qualquer experiência em gestão, colocou seus antigos amigos do setor de segurança na diretoria, que virou um caos completo. O setor de compliance foi extinto, já que não fazia mais sentido nenhum: se as regras podiam ser “entortadas”, pra que ter regras? Ficaria tudo ao sabor do novo CEO.
Pra piorar, a indústria teve um problema de contaminação grave, que inicialmente foi ostensivamente negado pelo CEO. Quando não era mais possível negar, passou a culpar outras empresas e os gerentes das diversas áreas. Essa contaminação persiste e já trouxe enormes prejuízos, incluindo morte de funcionários. Para não perder o cargo, o CEO passou a distribuir cargos importantes e mais regalias ainda ao setor de segurança e também ao antigo conselho de administração, seus antigos inimigos e atuais melhores amigos. A amizade é relativa, diziam eles.
Até aquele analista jurídico que conseguiu um cargo de diretor para demitir um operário, mesmo ele, bem pouco afeito à ética, não conseguiu permanecer na empresa por muito tempo: não aguentou aquela gestão caótica, que certamente poderia condená-lo no futuro por malfeitos presentes. Um dia a conta chega, pensou nele, enquanto procurava um novo emprego e pedia demissão. Esse pessoal do jurídico sempre soube reconhecer problemas pelo cheiro.
Agora se tornou bastante evidente que este CEO ainda causará grandes prejuízos a empresa, que talvez nem mesmo possam ser superados pelo próximo CEO, já que a possível falência é o assunto do momento. Alguns funcionários, mais qualificados, já passam a procurar novas empresas.
No entanto, não há qualquer evidência de que esse CEO vá perder o cargo: muito embora o apoio dos funcionários (por motivos óbvios) seja a cada dia menor, alguns ainda o apoiam cegamente. O setor de segurança, no qual os cortes nunca chegaram, apoia ainda apoia fortemente o atual CEO, muito embora alguns já falem que o setor de segurança deveria aproveitar a péssima gestão para tomar toda a diretoria executiva duma vez.
O clima corporativo anda ainda mais pesado depois o antigo operário (devidamente recontratado) já disse que vai se candidatar CEO novamente. Mais da metade da empresa já disse que vai votar nele, se houverem eleições. A preocupação é grande, já que os gerentes do setor de segurança passaram a dizer que se quiserem assumem tudo a qualquer momento. Nos corredores, os gerentes do setor de segurança já estão falando em “pivotar”: Seria supostamente estratégico transformar aquela antiga multinacional em um bar temático, onde o público tomaria cerveja artesanal enquanto treina tiro ao alvo.
A linha de produção poderia virar um ótimo stand de tiro, dizem eles agora.
Mudar é preciso. O que poderia dar errado?
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Da Faixa de Gaza às favelas do Rio de Janeiro: Como Israel globaliza a experiência de terror
Por: Hanin Majdi Dawud Al Najjar
Mulher palestina, mestre em corpo, esporte e sociedade pela UFPR e pesquisadora sobre Oriente Médio e pensamento decolonial.
Regulando os poderes da vida e da morte através de termos forjados pela produção de fronteiras, confisco de propriedades e classificação de pessoas com base na raça e classe social, Israel vem protagonizando junto ao Brasil um símbolo de trocas globais entre as forças militares e policiais mais brutais do mundo.
A criação do Estado de Israel no ano de 1948 em território palestino converteu um importante centro cultural árabe em um verdadeiro laboratório de desenvolvimento de tecnologia militar testada em corpos palestinos. No centro desse sistema habita o comércio militar da letalidade onde Israel se estabeleceu como o Estado mais militarizado do mundo e vem expandindo sua indústria assessorando a polícia, as forças armadas e agências de inteligência e segurança nacional em todo o mundo, seja através de suas empresas públicas ou privadas como, por exemplo, a ISDS (International Security, Defence Systems).
Fundada por agentes secretos israelenses, essa empresa certificada e atuante sob as diretrizes do Ministério de Defesa de Israel, conquistou o direito de ser a encarregada pelo treinamento do Batalhão de Operações Policiais Especiais do Rio de Janeiro (BOPE), estreando um pesado investimento em comando e controle. À essa mesma empresa foi atribuído o treinamento do Batalhão de Ferguson que matou covardemente Michael Brown, caso que ficou conhecido por dar origem ao movimento “Black Lives Matter”.
As empresas israelenses têm se transformado no principal fornecedor de armas e treinamento para os policiais militares do Brasil desde o ano 2000, sistematizando os programas de treinamento. Nesse período as expressões “desproporcionalidade da repressão” e “uso desproporcional da força” se tornam mais frequentes no vocabulário político.
Desde então observamos fatos como a adoção da kufiyah como acessório parte do uniforme do Bope durante operações de combate nas favelas do Rio de Janeiro, tal acessório trata-se de um lenço símbolo da luta e resistência da Palestina, seu uso indiscriminado levantou críticas internacionais que apontaram esse cenário como um desrespeito aos laços culturais palestinos e um abuso do subconsciente islamofóbico que associa árabes à violência.
O Brasil é um dos principais compradores de tecnologia e treinamento militar israelense. Durante as olimpíadas de 2016 no Rio de Janeiro, um muro foi construído segregando o conjunto de favelas da maré, similar ao empreendimento colonial construído em Gaza. Esse muro foi levantado sob a presença da ISDS no Brasil através de um contrato oficial com o comitê organizador dos Jogos Olímpicos numa tentativa de estender um contrato de 2.2 bilhões assinados entre Israel, o Comitê Olímpico e o governo brasileiro. Nesse período, o Comitê sobre os Direitos da Criança da ONU divulgou relatório acusando a Polícia Militar brasileira de matar crianças em situação de rua com o objetivo de “limpar a cidade”, brutalidade amplamente utilizada contra a infância palestina sujeita a mutilação e massacre.
Em resposta movimentos sociais brasileiros e palestinos organizaram em 2016 uma marcante conferência no Rio de Janeiro pedindo embargo militar contra Israel e obtendo como resultado o impedimento da atribuição total da segurança dos Jogos Olímpicos ao Estado de Israel, criando o Movimento “Jogos Olímpicos sem Apartheid”, ao mesmo tempo em que estreitava laços entre as favelas do Rio de Janeiro e a Palestina, ambas assombradas pelas operações sistemáticas de terror conduzidas por máquinas de guerra estatais.
Em treinamento organizado pela embaixada de Israel no Panamá em 2012, circularam fotos de alvos caracterizados com roupas árabes representando mulheres muçulmanas e homens vestidos de kufiyah como símbolos de ódio e perseguição. Essas operações testadas em território palestino fornecem treinamento para militares e policiais de todo o mundo que inclui “tiro na cara” e “na nuca”, defendendo abertamente as execuções extrajudiciais com lógicas abertamente raciais, especialmente nas favelas brasileiras.
